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Instantánea de la tostada con aceite y tomate que me hice ayer para desayunar.
Pero el auténtico mimo está en pensar qué vas a comer, en seleccionar los ingredientes que quieres para su preparación, en el propio rito de la elaboración, en degustarlo luego con la satisfacción de que lo has hecho tú. Ya conocen ustedes mi gusto por la cocina, mientras el señor de Mercadona dice que en España las casas no tendrán cocina en 2050 -y que el pretende estar vivo para verlo, con más de cien años; yo creo que se equivoca en las dos cosas-.
Mi desayuno habitual consiste en pan, como siempre, porque me cuesta comer otra cosa por la mañana que no sea pan, con aceite comprado en la almazara de una amiga, un poquito de ajo restregado -que no se trata de espantar al personal-, tomate rallado por mí mismo -aclaro esto porque ahora he visto ¡que venden tomate rallado envasado!, qué porquería- y una poquita de sal por encima. Delicioso. Imbatible. No hay palabras. Los productos buenos y frescos saben bien, es así de simple, y aún saben mejor con la satisfacción de que eres tú mismo el que los ha preparado.
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