Mientras preparo una ensalada con pollo, unas pechugas de pollo que he comprado yo y que he arreglado yo y que le he dado una vuelta a sartén yo, porque nada de esas tiras de pollo ya envasadas -¡puaj!-, pienso en cómo la gente cada vez cocina menos en casa. No estoy hablando de cuando estás visitando otro lugar, de vacaciones o lo que sea, me refiero a cuando uno está en su propia casa. Qué fácil debe ser eso de pedir un Glovo a cualquier restaurante y que te lo traigan en un rato, ¿no? Pregunto desde la ignorancia porque yo nunca lo he hecho.
A mí me gusta preparar mi comida y la de mi novia con mimo, con paciencia, dedicándole todo el tiempo que haya que dedicarle. Dos, tres, cuatro horas, ¿qué mas da? ¿Acaso hay algo mejor que hacer un domingo de agosto? Que viva la cocina casera, por favor, y que la gastronomía de este país nunca, NUNCA, se convierta en esa infamia que es la cocina inglesa y estadounidense.
A la par que hago la ensalada, a la que para acompañar freiré luego unas croquetas caseras -ya daré en otro momento alguno de los muchos tipos que preparo-, hago gazpacho. No hay mayor manjar veraniego en Andalucía y, sobre todo en Córdoba, que el gazpacho. Ya puede haber 44. ° C en la calle, que un buen gazpacho fresquito revive a cualquiera.
¡Que viva la cocina casera!
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