Lo de José María Ángel Batalla


Ha vuelto a pasar. José María Ángel Batalla, veterano político valenciano y presidente del Partido Socialista valenciano, ha dimitido como comisionado del Gobierno para la reconstrucción tras la DANA y como líder del partido en la Comunidad Valenciana. ¿El motivo? Una denuncia anónima y un informe de la Agencia Antifraude que concluía que usó un título universitario presuntamente falso (Archivística y Biblioteconomía, para más señas) para acceder a una plaza de funcionario en los años ochenta, cuando esa titulación ni siquiera existía en la Universidad de Valencia hasta 1990. Esta situación ejemplifica lo que se conoce como «titulitis»: una obsesión política por los diplomas en lugar del servicio público real. En su defensa, Ángel sostuvo que sólo necesitaba el bachillerato para presentarse y negó en todo momento haber falsificado documentos, calificando el asunto de campaña mediática y «procedimiento inquisitorial». Como siempre, los culpables siempre son otros.

¿Por qué importa tanto un papel que, según Ángel, no fue decisivo? Porque en la política española, y especialmente dentro del PSOE, el currículo académico se ha convertido en moneda de cambio, el nuevo baremo moral que sirve tanto para encumbrar como para hundir trayectorias. Da igual lo que hayas hecho, solo importa lo que figura en un papel oficial. Y claro: en el PSOE valenciano no faltaron las justificaciones: Diana Morant, secretaria general del PSPV y ministra, proclamó que «no pedimos títulos, pedimos hoja de servicios» y defendió que ninguno había solicitado la dimisión, aunque agradecía el paso al lado voluntario de señor Ángel Batalla. Traducido: lo relevante no son los hechos, sino la narrativa que los socialistas quieren vender: compromiso político y trayectoria, pese a cualquier sombra documental. ¡Pero qué cosas tan diferentes nos decían hace solo dos semanas! El caso Batalla no es solo sobre un supuesto título falso: es la confirmación de que en la política patria muchos cargos elegidos o designados solo son valorados por lo que dicen que tienen, no por lo que han hecho efectivamente.

En el Partido Popular aplauden con las orejas esta dimisión y justificaban hace quince días a Noelia Núñez. Ahora al revés. En dos semanas volverá a ser al contrario, y así ad infinitum. La confianza política cae y cae y luego nos llevaremos las manos a la cabeza con el subidón de VOX en la encuestas, como nos las llevamos cuando Podemos entró en el Gobierno, porque el populismo siempre está al acecho.

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